PERROS Y GATOS, DOS MUNDOS OPUESTOS
Nadie puede negar que el perro y el gato representan dos universos opuestos, casi antagónicos. Pero también es verdad que dos animales tan diferentes pueden convivir perfectamente y ser felices en una familia multiespecie moderna.
Para poder gestionar correctamente ambas especies en una misma casa y evitar situaciones indeseadas es necesario conocer las diferencias que los hacen únicos.
Veamos algunas:
- Como animal extremadamente social, el perro piensa y vive en equipo, posee una inteligencia social muy desarrollada, desea profundamente participar en todas las actividades de la familia, por el contrario, el gato es independiente, se relaciona con el mundo con un individualismo evidente, pero que fue y es la base de su supervivencia.
- Estas dos especies tienen modos diferentes de comunicar: en el gato la cola alta es una señal de confianza en si mimo, pero para el perro puede significar un intento de reafirmación, es por esto que una señal comunicativa puede desatar un mal entendido entre especies.
- Al perro le gusta ocupar rápidamente un rol, una posición, y se preocupa por mantenerla, de esta forma se siente cómodo y al seguro, el gato por el contrario no asume un estatus preciso, ni jerárquico, ni funcional, le apasiona el intercambio de roles, jugar a ser presa o cazador, a ser el niño mimado o el padre responsable que trae ratoncitos a su familia.
- El gato es un experto en resolver problemas, tiene una inteligencia y una curiosidad desbordantes, es autónomo y piensa por sí mismo, el perro por el contrario ante una dificultad pide constantemente la colaboración de la familia, quiere y necesita afrontar las dificultades en grupo.
- El perro ama estar en compañía todo el tiempo, no tolera la soledad, es un animal que ha evolucionado gracias a su grupo de pertenencia, su grupo tiene una función operativa, le ha permitido obtener alimento, defender el territorio y reproducirse, en el gato la relación social es solo de entretenimiento y distracción, es decir basada en la plena individualidad y en el respeto de amplios espacios de libertad.
-El gato tiene una cognición resolutiva, capaz de planificar la mejor estrategia depredadora para llevarla a cabo en solitario, el perro por el contrario prefiere cazar en equipo, se encuentra cómodo y feliz en las actividades grupales.
- Mientras que para el perro tumbarse de lado puede ser una señal apaciguadora, para el gato significa todo lo contrario.
- El gato no coopera, no se interesa por la dinámicas familiares y evita cuidadosamente meterse en conflictos ajenos, el perro es extremadamente colaborador e intentará mediar en cualquier conflicto.
- El perro es fiel y obediente, el gato es astuto e independiente.
A la vista de lo anterior, no es difícil imaginar que en una familia multiespecie moderna pueden abundar los malos entendidos y los conflictos, y que sólo una perfecta socialización entre las dos especies puede garantizar la convivencia.
Vivir con un perro y un gato a la vez puede ser una experiencia maravillosa, un enriquecimiento recíproco y una oportunidad de crecimiento personal pero no debemos olvidar sus diferencias: vivir con un gato requiere un profundo respeto por su individualidad, por sus espacios y decisiones, vivir con un perro es compartir absolutamente todo, es incluirlo en todas nuestras actividades, es brindarle toda nuestra colaboración y apoyo.
Para que la convivencia sea exitosa y todos podamos enriquecernos es indispensable el conocimiento, el amor no es suficiente.
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